Calypsocromía

"Flora intestinal"

Desde luego chicas, en la tele no terminan de tener claro el masaje publicitario a transmitiros. Quiero decir que se nota que el esfuerzo por apelar a las consumidoras es más sutil y multiforme que el esfuerzo por embaucar a los consumidores. Nosotros aún nos creemos que cuatro cuchillas apuran más que tres, y que montarlas sobre muelles inteligentes (¿?) aplacará el calvario del afeitado. En cambio lo vuestro parece estar volviéndose mucho más complicado. Como esas comedias en las que los protagonistas simulan que un muerto sigue vivo para sacar tajada de algún tipo, y claro, el rigor mortis y los rigores de la descomposición dificultan progresivamente la imposta (las gafas de sol son las verdaderas protagonistas de estas películas) (meteos esto en la cabeza, como diría Pasticcio).

El masaje de hecho se ha vuelto desconcertante (el pingüino en la fábrica de celulosa), difuso (la luz que guía a los borrachos de madrugada) y contradictorio (el futbolista cazado en un after-hours). Aguanto diez, doce, veintidós minutos seguidos de publicidad en hora punta, me fijo en los spots destinados a mujeres y el masaje de marras muta y se embarroca progresivamente, hasta que nada puede comprenderse:

El blanco de vuestros dientes no es lo bastante blanco. El de vuestros ojos tampoco. En cambio vuestra piel sí es demasiado blanca. Así que blanquident, colirio y autobronceador: oscureced, blanquead, oscureced, blanquead... Cuidaos por fuera, cuidaos por dentro: el pintalabios que resiste un holocausto nuclear; los yogures que tersan la piel aunque se caguen por el culo como todos los yogures. Pasad de los tíos vanos y materialistas pero recordad que ya va siendo hora de que los Audis y los BMWs dejen de ser patrimonio exclusivamente masculino (qué triunfo sacrílego y posmoderno el de la jovencita que conduce un Z4 rojo descapotable por el paseo de la Castellana). ¿Por dónde íbamos? Ah, sí: sed espontáneas como el rocío en la hierba del campo. Sed sofisticadas como un reloj suizo atiborrado de incrustaciones centelleantes. Sofisticad, simplificad, sofisticad, simplificad... Y hay mucho más. Trasnochad, madrugad. Gritad, susurrad. Sed salvajes, sed dóciles. Sed obvias, sed sutiles. Sed únicas, sed múltiples. Largo es el etcétera; corta es la conclusión: La flora intestinal bajo control y la flora neuronal arrasada por el napalm mediático. La tele es vuestro Vietnam doméstico, chicas. Un aplauso lento, de cine judicial, para todas las supervivientes. Respect.

Este ejercicio pirotécnico me trae otra cosa a la cabeza: así como la popularidad y bondades de ciertos personajes públicos se vuelven dogma cenagoso (véase la galería de nominados a headshots); el abuso de ciertas palabras las haría merecedoras de alguna horrible mutilación ortográfica: "espontaneidad", "motivación", "rústico". Ahí tenéis tres nominadas. ¿Quién se apunta?

Nota iracunda: de hecho, estoy tan hasta las pelotas de la dictadura de la espontaneidad que aniquilaría toda la espontaneidad existente en el universo. La de verdad y la sintética. Toda.
El Operario Estepario